domingo, enero 1

MÁS PURA QUE EL PURO ORO

Ni en la tierra, ni en el cielo
belleza tan singular,
belleza en carne mortal
que vuele tan alto vuelo.
De pecadores consuelo,
de Ángeles soberana,
de la Iglesia capitana,
la madre del Redentor
que es Jesucristo el Señor,
la pura, la Virgen Santa.

Recibimos de sus manos 
la salvación que esperaban
los profetas y patriarcas
y todo el género humano.
Por insondable arcano
la Providencia dispuso,
mudárase nuestro luto
en alegría nupcial,
con su carne virginal
desposando al Absoluto.

Virgen gloriosa y bendita
con tu "Sí" nos has salvado,
por eso Cristo te ha dado
cuando a sus pies te afligías
-qué grande nuestra alegría!-
a los suyos como hijos;
y el mismísimo Dios quiso
en el cielo la señal
de tu luz supralunar,
reflejo de la del Hijo.

Bienaventurada eres,
concebida Inmaculada;
agraciada entre agraciadas,
bendita entre las mujeres;
dueña del más puro vientre,
tú, faro de los cristianos,
tú, la Amada del Amado,
más pura que el puro oro,
ruega siempre por nosotros
a tu hijo, el Verbo encarnado.

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